Al principio de apuntarme al gimnasio, durante un año o así, acudía principalmente por las noches. Pero estaba tan saturado de gente, que tenías que hacer 20 minutos de cola para poder coger una bici en la clase de spinning o entrar a powerpump. Y de hacer una rutina en las máquinas ya ni hablamos. Por ese, y otros motivos, decidí cambiar al turno de mediodía. En ese turno seguía yendo con algunos compañeros, pero además conocimos a un grupo de personas que, poco a poco, nos fuimos haciendo habituales y al final, amigos.
Casi siempre acudíamos todos juntos, pero en épocas de vacaciones, cortaban las actividades dirigidas, así que muchos dejaban de venir o se cambiaban de turno. Sin embargo, yo era fiel a mi rutina, así que seguía yendo a la misma hora a hacer algo en la sala. En una de esas ocasiones, mientras estaba subido a la elíptica, me puse a analizar más en profundidad a un chico que me cruzaba de vez en cuando.